lunes, 8 de noviembre de 2010

La mujer de siempre

A CHA

Eras menuda y frágil, de rasgos regulares y delicados, de sonrisa amable, ademanes pausados. Eras bonita, asequible, distinguida. Eras inocente. Eras dulce. Caminabas tiesita, derecha, mirando al frente, dejándote admirar. Llegabas tarde a las citas murmurando disculpas que no escuchaba, pues, si ya llegaste ya trajiste alegría y contento. Muerta de frío traías calor a mi corazón. Te recuerdo envuelta en tu impermeable blanco caminando presurosa por las gradas universitarias, tratabas de compensar, apremiada, el atraso que se había hecho cotidiano. Te noté demasiado delicada para enfrentar el mundo, por eso resolví que me haría cargo de ti. Necesitabas un protector que te aprecie, que te entienda, que te considere un tesoro. Yo era el afortunado. Lo supe desde que te vi, hace ya muchos, muchos años

Te decía por entonces, haciendo mía la canción: Renovado esplendor esta noche hay en ti. Que bonita que estás, que bien luces así. Orgulloso te llevo del brazo y Paris se arrodilla ante ti. Fue lo que sentí, fue lo que te dije, una y otra vez.

Te dije, me dijiste. Nos casamos. Zarandeado prematuramente, por mil motivos y razones, en toda mi personalidad y en mi espiritualidad encontré mi destino, buscado desde siempre; encontré mi destino en el remanso generoso de tu bondad natural. Allí disfrute por primera vez, allí el guerrero rindió sus armas ante la sumisión, ante el encanto sobrio de la bondad del corazón.

Y vinieron los hijos, bellos ejemplares fruto del amor. Cuidaste esmeradamente a cada uno de ellos haciéndolos sentir únicos. Hoy son personalidades diferentes reunidos por la misma cobertura maternal, por la amorosa bondad que irradia tu incansable corazón, hoy comparten tu atención, tu afecto, tu amor.

Desde entonces ha pasado mucho tiempo. Estamos como al principio. Tu y Yo .Ya no hay citas ni expectantes esperas. Ya somos el uno del otro. Tenemos una vida que recordar, muchas cosas de que hablar, experiencias para compartir. ¡Que ha pasado mucho tiempo!, dicen que si, pero yo te sigo viendo menuda y frágil, de rasgos regulares y delicados, de sonrisa amable, ademanes pausados. Sigues bonita, asequible, distinguida. Por supuesto que eres inocente y dulce. El tiempo no ha podido mancillar tu espíritu, apenas si ha dejado unas opacas muestras de su vano intento por cambiarte.

No nos vamos a despedir porque los que vamos a pasar la eternidad juntos no hablamos del ahora o del mañana.