domingo, 5 de mayo de 2013

DIOS, HACIA UNA NUEVA RELACIÓN CON EL



Hacia una nueva relación hombre Dios

Texto vinculado al articulo "La naturaleza de la conciencia"





En el acervo popular la idea de Dios es de modelación personal. Ha estado forjándose desde siempre, por años,  asentándose en el corazón  y creciendo en la mente de los individuos a partir de la niñez. Han cincelado el concepto aportes culturales, educativos, familiares y sociales, así como factores tan distintos como el miedo, la impotencia, las carencias cuando nacidas de las imperfecciones humanas; del amor, la espiritualidad, el bien, cuando han venido de las aspiraciones superiores del hombre.

Ahora, y como resultado de esta mezcolanza, nos encontramos con que los hombres  hemos configurado  un Dios absurdo, que nos ha hecho libres pero sometidos, que permite el sufrimiento pero consuela, que juzga  a seres  que no tienen plena responsabilidad de lo que hacen ni de lo que son. Hemos ideado en nuestra vida diaria un Dios disparatado.  Las religiones, por su parte, lo han calificado como intocable: intocable El y también intocables los absurdos que se le asignan.

Ante las dudas que pudieran surgir por lo expresado en el párrafo anterior juzgo conveniente  reafirmar que acepto la existencia de Dios como un hecho de conclusión final de caracter deductivo, convicción que se basa y se ratifica en varios artículos del blogg pero que se enraíza en  mayor profundidad en “la Naturaleza del Universo”, texto por publicarse.

Es indispensable, desde otro enfoque, actualizar el  pensamiento trascendente iluminándolo ahora con el concurso de la ciencia moderna, actividad considerada durante un tiempo no solo el mayor obstáculo, el mas connotado oponente, sino el rival a vencer desde la fe. Dado el cúmulo de aportes científicos al origen del universo y al desarrollo de la mente es hora de revisar las relaciones con Dios.

Podemos sobrevolar por todo aquello que refleja nuestras febles condiciones naturales, el ramaje que obscurece el análisis. Lo que está claramente prohibido por la sindéresis es ignorar la grave contradicción entre libertad individual y predeterminación (determinación, plan de Dios, o conceptos afines),  ideas que reposan  juntas en nuestra memoria cultural pero que carecen de consistencia  lógica. ¿Acaso no nos damos cuenta de que son  excluyentes? ¿Que se aniquilan entre sí? ¿Que no pueden coexistir?

Por consiguiente hemos de optar por una de las dos. Con la circunstancia de que al optar estamos haciendo uso de la libertad interior, por lo tanto, la decisión, como acto de libertad indiscutible,  excluye de facto y definitivamente a la otra alternativa determinista que así se vuelve  inaceptable.

Somos libres y por consiguiente no podemos convenir en que nuestra existencia esté planificada por Dios, lo cual lo digo no como un acto de rebelión sino de consistencia. Esto es lo que nos toca concluir a los hombres sin que signifique nada mas que un acto basado en nuestras capacidades de reflexión.

Si Dios interviniera en el destino humano estaría dando muestras de incoherencia. Después de haber creado un caos original como forma de garantizar la libertad de todas las cosas y luego de permitir que la aleatoriedad sea el camino independiente del desarrollo de la naturaleza, no es coherente violar el esquema elegido. Esta clase de absurdos son vicios de los hombres caprichosos, que no puede endosársele a Dios.

Decir y sostener que somos libres obliga a  reexaminar nuestra relación con Dios. ¿Es que la libertad rompe todo vínculo con Él? No, en modo alguno. Las consideraciones siguientes ayudan a sincerar la cuestión.

Pero para hacerlo tendré que hablar del problema de la existencia. Si estamos de acuerdo con  que las cosas existen cuando están en un lugar durante un tiempo, tendremos que aceptar que la conciencia es un caso especial porque no cumple la regla. Su presencia en el hombre es aceptada como  un conocimiento  de accesión directa. Es el único conocimiento que no pasa por el sistema sensitivo primero contradiciendo de este modo los criterios aceptados sobre la ruta que sigue en el hombre esta actividad.
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La conclusión, fría pero necesaria, se resume en que algo que está en nuestra mente, sin someterse a las reglas de la existencia, es algo que no pertenece al mundo convencional y real de las cosas que existen.

Es algo relacionado con Dios pues, pese a toda la badulaquería inconsistente concebida al respecto, nunca demostrada, no existen mundos intermedios. La conciencia es por consecuencia, Dios en nosotros.

En la mente humana se produce una interfaz entre los productos de la mente catalogados como conocimientos, imágenes y recuerdos y  la conciencia o presencia pasiva de Dios, que los refleja según lo queramos o no, es decir, a nuestra voluntad. El reflector, que no tiene acotaciones espaciotemporales, refleja todo lo que se le presenta, sin defecto ni límite de ninguna clase, límite que si actúa, en cambio, sobre los productos de la mente mencionados como conocimientos, imágenes y recuerdos.

La conciencia es una parte de Dios en nosotros, aquella que logramos captar. Es de este modo que obtenemos la racionalidad. Así, Dios delicadamente se presta para que podamos  acceder a un nivel superior.

Una inquietud válida  es aquella que pregunta: ¿ porqué está Dios en nosotros?. Seguida de la respuesta escolar tradicional: está en todas partes porque el espacio no es una restricción para El, como no lo es el tiempo. Por lo que se deduce que es el hombre quien logra captarlo a través de su evolución neurológica. El  lo permite.

 Idea que anula el pensamiento de que Dios se nos ha dado a conocer en acto preferente.

Si Dios es justo, por qué habría de negarse a unos y mostrarse a otros. Tal conducta lo convertiría en un Dios injusto.

Entonces llegamos a un hombre libre que ha logrado  su racionalidad por su desarrollo neuronal evolutivo, tarea en la cual ha estado en tácita competencia con los seres del universo.

Un hombre así entendido debe responder de acuerdo a su conciencia y libre albedrío sobre  todos los temas que le afectan. Conflictos tales como el pecado, el aborto, la eutanasia, y cualquier otro dilema, debe resolverlos el hombre sabiendo que siempre está en la presencia de Dios y que a pesar de que El no interviene en las decisiones que tome  contribuye dándole la capacidad de distinguir según su acervo de conocimientos culturales, educación etc.

A Dios le debe el hombre su condición de rey de la naturaleza y debe responder por ella ante su conciencia, es decir, en su intimidad, frente a sí mismo, y ante  El
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A la hora de la muerte será el mismo hombre el que verá pasar su vida memorizada, ante su Supremo Reflector. Recordará sus decisiones, si estuvieron o no enmarcadas en el bien.
 
El   hombre se juzgará a sí mismo.