domingo, 4 de septiembre de 2016

ATEISMO DE SALON


Lo que nadie discute es la importancia del tema de la existencia de Dios. No se incurre en exageración si se afirma que es la inquietud más importante que llega al hombre en algún momento de su vida, y que la solución no es fácil. Nada fácil.

Será por ello que buena parte de la gente y muy en especial los jóvenes, cuando son interrogados al respecto, usan como respuesta el verbo creer, que es el mismo que emplean las personas religiosas y que son criticadas por hacerlo. Creer significa aceptar un conjunto de fuerzas interiores representadas por la educación y las costumbres como guías de la verdad, descartando el uso de la reflexión intelectual, de la lógica y de la coherencia. El empleo de una actitud voluntariosa en este caso deja sin argumentos suficientes la selección hecha  ya que apuesta por la determinación de una fuerza ciega como es la voluntad en desmedro del buen juicio. La realidad es que pocos prefieren  enfrentar el enigma como un asunto que pide reflexión.

Es que pensar será siempre más arduo, difícil y demandante que aceptar o negar algo por la vía rápida y simple de tomar una posición. No deberíamos tomar el desafío más importante de nuestra vida sin darle la atención que se merece.


De la solución a la que arribemos van a depender muchas de nuestras decisiones vitales para nosotros y para las personas que nos rodean

Ya en el campo de la razón vemos que entre los que optan por la  reflexión se ha difundido la idea de que Dios no es necesario en un universo propiciado por el azar. O se dice  que es imposible alcanzar una respuesta intelectual después del fracaso de la filosofía, llegándose a afirmar  que  no es algo que pueda resolver la capacidad humana, lo cual a su tiempo se precipita rápidamente en la postura de  que no hay que hacer esfuerzo alguno puesto que de todas maneras culminará en fracaso.  

Se observa, en cuanto a lo primero, que el origen del universo por obra del azar es un absurdo lógico que pasa por encima de la inmensa diferencia que hay entre la simple probabilidad espaciotemporal del mundo real y lo que es el caos cuántico, confusión que ya se vio en la frase hecha clásica “Dios no juega a los dados” de Einstein, o en los criterios que prevalecen como tónica implícita de las generalidades que subyacen a los escritos de Hawking sobre el tema.

Sobre lo segundo, hay que reconocer que la filosofía especulativa ha sido antes y es ahora poco útil para resolver los enigmas porque nunca ha tomado en cuenta la importancia decisiva de la física, bien es verdad que esta no se había desarrollado en el pasado a los niveles que ha tocado ahora.  

Una nueva respuesta, mejor construida, con fuertes visos de verdad se ha edificado desde  la filosofía de la física, respuesta  que tiene la virtud de resolver el asunto en conexión con la realidad para lo cual usa de una lógica natural y de la contribución de modernas acepciones que ha desarrollado la física teórica. No se asuste nadie, tomamos de esta ciencia solo los conceptos nuevos que son suficientes para las soluciones que se han elaborado sin necesidad de recurrir a la encriptación matemática.

La respuesta  intelectual para iluminar el asunto de la existencia de Dios en el más alto nivel que posee el hombre, la reflexión,  consta en el libro La Naturaleza del Universo en proceso de  publicación en la red. Allí se verá además que no hay incompatibilidad entre la ciencia y la existencia de Dios.

Desde luego para muchos será preferible  aceptar las soluciones que escuchan en el grupo social que frecuentan o  entre amigos cordiales en conversación circunstancial,  momentos  en los cuales el tema se conversa al desgaire no exento de cierto desparpajo. Es lo que denomino, ateísmo de salón.