martes, 15 de marzo de 2011

Importancia de Dios para el hombre del siglo 21

Hablar de la importancia de Dios para el hombre parece un desatino si no establecemos ciertas premisas que ayuden a sostener una argumentación sustanciosa. No olvidemos que la pregunta busca una conclusión y esta requiere de varias consideraciones previas.

El punto de vista que desarrollaré prescinde de lo religioso, no contaré con los recursos clásicos que vienen de esa cosmovisión ya que mi mayor anhelo es desenvolverlo ajustado a un juicio de razón.

Por la ruta de la razón que escojo, la primera cuestión es dilucidar si existe o no el objeto sobre el cual voy a discutir. ¿Existe Dios? La respuesta deberá ser positiva si deseo proseguir, de lo contrario aquí terminaría este intento. Debo saber una respuesta y debo estar en capacidad de defenderla si acaso enciende una polémica. Pues si, conozco una respuesta positiva, es la misma que propuse hace tiempo ya en este mismo blog con el mismo título.

Se que Dios existe, note el lector que no digo “creo”. Lo afirmo porque soy consecuente con la argumentación que propongo en el artículo mencionado que la considero convincente. Mas aún, confiado en la bondad de su ensamble teórico, asumo que tengo el salvoconducto para pasar adelante.

Hay dos cuestiones que chocan: de un lado está la certeza de que Dios existe y, de otro, la realidad de una existencia azarosa, conclusión, esta última, que se basa en lo que dicen las ciencias modernas.

Por un lado una certeza fundamental, por otro, la conclusión de una ciencia exitosa que dice que no le debo nada a esa certeza. ¿Como puede darse una relación entre dos basamentos de tan opuesto origen?. O, si la hay, ¿de que clase debería ser, como sería funcional? ¿Hay un vértice común? Este es el verdadero enigma moderno.

Pero, el conflicto resulta solo aparente cuando se lo analiza a la luz de la naturaleza del universo que nos dice que el cosmos comienza en el caos de manera azarosa, pero que ese caos original, esto es muy importante, “no tiene fuerza física ni lógica para existir por si mismo”, no es un hecho auto suficiente, todo lo contrario, es un desorden cuántico completo que busca y necesita un desordenador competente, de la talla de un Dios creador, creador de un desorden perfecto para el caso.

Va a parecer curioso este giro pues siempre se habló de un Dios ordenador. Por su parte, dice la ciencia que ya no es necesario un ordenador porque la naturaleza es la forjadora de las leyes que rigen el cosmos.

El caos original es de carácter físico, me refiero al conjunto errático de partículas subatómicas que maneja la física cuántica. Este caos, que en un principio es necesariamente creado por un ser superior, consigue sobrevivir incluyéndose en el universo real, como huésped con reglas propias en casa ajena.

Aunque no quiero elucubrar y a riesgo de errar, en el afán de buscar explicaciones a las cosas, entiendo que Dios quiere obrar con suprema justicia, para lo cual escoge ese camino como medio para dar oportunidad a que cualquier cosa pueda emerger y para que lo que emane de ese caos, al ser un resultado aleatorio, sea libre y no tenga dependencia alguna hacia el medio del cual ha salido.

Le debemos a Dios, según esta manera de explicar, la oportunidad de ser, ya que sin ella no fuéramos, mientras que por ella somos. Recibimos el premio adicional de la libertad, imposible de entender de otra manera. Solo un Dios pudo demostrar así su omnisciencia, su todo poder, su inmaculada justicia y su infinita bondad.

Libertad que deja en nuestras manos la potestad de reconocerlo o no; de aceptarlo como ente superior pero sin vínculo con nosotros, fórmula que vemos en el mundo de hoy; o reconocer que su intervención en el origen del universo es suficiente para sugerir nuestra filiación, nuestra gratitud, respetarlo e inclusive amarlo cuando aceptamos que la relación afecta a nuestra sensibilidad.

Somos seres especiales, gozamos de un mecanismo propio para el mejoramiento contínuo de nuestra capacidad, hablo de la reflexión, cuyo funcionamiento se explica en el texto denominado “Naturaleza de la Conciencia”, que se halla en este mismo blog. A través de el entendemos que estamos dotados de los medios necesarios para aspirar a la perfección, apoyados por la presencia de Dios, cuya imagen final la intuimos.

Allí nos enteramos, también, de la delicada y respetuosa presencia permanente de Dios en nosotros, así como en todas las cosas, y de cómo colabora con el hombre. Presencia que hace viable nuestra racionalidad por lo que hay razón suficiente para considerarlo indispensable.

En resumen, Dios no nos crea pero hace posible nuestra existencia y luego nos acompaña en acto de bondad, sin intervenir, para que logremos el estado de razón y libertad del cual hacemos gala en el mundo.

Es cuestión de decisión personal el nivel de relación que decidamos porque la forma como hemos alcanzado la existencia no nos ata, al contrario, nos confirma como libres, libertad que podemos emplear inclusive para desconocer a Dios
Continua con "Nueva relación entre el hombre y Dios" en este mismo blog.

1 comentario:

  1. Estoy seguro que DIOS existe, quienes la nieguen se niegan a sí mismos porque somos producto de SU voluntad.

    He palpado su existencia. Él me ha tocado, he sentido su presencia en mi vida. Al menos yo NO LO NIEGO.

    No soy religioso, soy un simple padre de familia que vive en una sureña ciudad de Ecuador: Loja.

    Carlos V.

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