lunes, 20 de septiembre de 2010

Una unión singular

Con motivo del matrimonio de Jota y Vane

Una alegría contagiosa inunda el ambiente en esta reunión, es la alegría de los recién casados que nos comparten sus sueños, su espiritualidad. Es una alegría que cae en campo propicio porque todos sabemos, que ellos son el uno para el otro, no por consagración ritual sino por decisión personal.

No es una alegría oficial impuesta por las circunstancias. Es cultivada, viene de antes, nacida del respeto y la unción con que han llevado su relación de enamorados y novios. Es una alegría desbordante que emana de la certeza del amor mutuo, de la paz del alma que se complace al percibir que hay un hombre escogido, una mujer selecta.

Amor que se extiende y que llega a la vida, en todas sus facetas, porque son capaces de ver en ella la oportunidad de crecer, de mejorar, de perfeccionarse, de engendrar y conducir una familia con el ejemplo, con esfuerzo, y, además, con la alegrìa que les caracteriza.

Es un amor poco común, casi inentendible para los que vivimos sumidos y arrebatados por el mundo intenso pero superfluo de los goces mundanos. Nos devuelven a nosotros sus padres, parientes y amigos la dimensión de un matrimonio responsable, comprometido mutuamente, y para con la sociedad y la familia.

Es que Vane y Jota son de esa ya rara especie que cultiva mente y espíritu, que reduce la sensibilidad a su verdadera dimensión: práctica importante en el quehacer ordinario, pero efímera, intensa pero superficial. Para ellos es accidental no fundamental. Porque encuentran en otros valores la razón de existir, la motivación para vivir.

Son jóvenes hermosos de ver, dotados de intelecto cultivado innovador y sutil, exhiben y demuestran una gran dosis de voluntad para con el trabajo, de lealtad sin reservas, de ánimo actuante, para con su Dios, para con su patria a la que sirven con vocación y honestidad, para con su familia a la que tratan con afecto y dulzura.

Inician una nueva etapa en la vida. Asumen la responsabilidad de edificar un hogar, de criar hijos, de enfrentar los avatares juntos, de buscar la felicidad unidos, de asistirse mutuamente, de disfrutar aún de lo simple y cotidiano. Buscan perpetuar la felicidad que ha estado presente en su vida de novios.

Sean felices en la realidad cuotidiana, que si ella viene portadora de sufrimientos se fajen en lid triunfadora, que si llega trayendo bienestar, la compartan con los que puedan. Que si trae fatalidad, la acepten inteligentemente.

Ya son ahora felices. Bien por ello. Descubran el arte de perpetuar esta condición, conviertan su vida en la búsqueda del bienestar personal, en la entrega generosa de sus potencialidades a los demás. No sean felices egoístamente porque esa es una condición que a la postre se vuelve en contra de las personas, las sume en la soledad, las anula.

Que cuando haya pasado el tiempo y miren hacia atrás descubran en el pasado, que por sobre todas las dificultades propias de la vida, hay una conclusión que califica por completo su unión: la felicidad trascendente de una vida con sentido ulterior.

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